Esposas, el grupo de choque de los chefs

Martes, 4 de noviembre de 2014
Una nueva especie ha nacido en el firmamento gastronómico. No son las patatas bravas, sino las mujeres bravas, esposas de chefs/cocineros y celadoras de la imagen de sus maridos.



Para un periodista que viene del fútbol, al que todo le parece suave después de lidiar años con barras bravas y dirigentes soberbios, encontrarse con un nuevo espécimen como las mujeres y/o esposas de cocineros, es algo novedoso y hasta causa pavor. Los barras andan armados y ellas lo mismo, pues muy fácil les resulta hacerse con una cuchilla filosa como sus propias lenguas, capaces de hacerte sentir el rigor con tal de cuidar a sus cachorros, aunque en este caso no se trata de bebés de pecho sino de leones indefensos (y enjaulados entre las cuatro paredes de una cocina calurosa y con aromas a comida que, para colmo de males, se la comen otros).

La verdad sea dicha: estas mujeres que surgieron del propio seno de la fauna gastronómica local, son capaces de sacarte los ojos si te atreviste a criticar a su pareja. O ni siquiera eso, sólo por haber efectuado un comentario adverso a un colega-amigo de sus esposos, te pueden sacar los ojos. Con tal de defender lo indefendible, no tienen empacho en abandonar la razón para dejarse llevar por la fogosidad de sus sentimientos. Y no atienden razones, por cierto, son más talibanas que los de ISIS, que decapitan extranjeros.

Para colmo, no les gusta que digas que el dorima agarra mal el megáfono. Lo curioso es que no atacan (más bien son indefensas) a las niñas agraciadas que se sacan fotos con sus hombres. El verdadero enemigo somos los periodistas, aunque no todos, claro. Hay quienes prefieren festejar cualquier cosa, antes que enfrentarse a la ira de las mujeres de los cocineros. Es menos peligroso, por supuesto.

Hay que tener cuidado, andan armadas con cuchillas filosas que tomaron prestadas de sus esposos cocineros. Y no es lo único que tienen filoso, la lengua también te lastima.

Dice el refrán: “cría cuervos y te sacarán los ojos”. Es verdad, nosotros les dimos letra e imagen, y ahora el humo se les subió a la cabeza. Si querés hacerle una nota periodística al cocinero famoso, primero tendrás que negociar con ellas (que te dirán si la foto debe ser de perfil o de frente, también de qué perfil, si con gorra o no, si la nota va a ser larga y qué podés preguntar y qué no). Si les negás alguna de estas cosas, te quedarás sin nota.

Bien, pero si aceptaste sus condiciones y finalmente se pudo realizar la nota, no esperes que te lo agradezcan, si al fin y al cabo sos un afortunado porque te recibió el chef dedicándote unos veinte minutos de su ajetreada vida. Y si le publicás una nota hoy, mañana te pedirán otra más larga, y otra, y otra más. Así es la cosa, algunas de las mujeres de los cocineros son como patatas bravas muy picantes. Si viene un cocinero famoso a Buenos Aires de Brasil, Bolivia, Colombia, etcétera, te pedirá que la nota sea con su dorima. Te confías, le das un poquito de lugar y luego terminás quemándote hasta las tripas.

Si sabía que me iba a encontrar con patatas tan bravas (mejor dicho mujeres tan bravas), mejor me quedaba en el fútbol con otras bravas que son las barras. Al menos ya sabés para qué lado te van a correr.

Fotos: Flickr CC Maarten Van Damme y Floyd Brown

 
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