En Dique Uno, el chef Lucio Marini da rienda suelta a su estilo vanguardista, aprovechando muchos productos de la zona, como el surubí.
No dejamos de sorprendernos con la pujanza y el entusiasmo que se observa en los jóvenes cocineros del interior del país. Lo curioso es que, salvo excepciones, no son demasiado conocidos ni siquiera para sus propios colegas (algunos los subestiman porque precisamente pasa eso, no los conocen pero debieran hacerlo). Pero que hay talento y ganas de hacer las cosas muy bien, no quedan dudas. Lucio Marini apareció un día en Fondo de Olla; ciertamente teníamos referencias de Dante Liporace, que al fin y al cabo abreva en la misma onda que el cordobés de Cruz Alta, afincado primero en Rosario y ahora residente de la capital santafesina. Fue así que se iba gestando una especie de amistad etérea (por la comunicación vía Internet y Facebook). Y tras una cena en Tarquino, quedó instalada la invitación para viajar a la ciudad del liso, los alfajores y los pescados de río.
Hace justo un año que Lucio se incorporó al Casino Santa Fe como chef ejecutivo. En el Puerto, donde se halla el Hotel Los Silos, funciona en la planta baja el Restaurante Dique Uno, donde se ofrece una cocina de primer nivel y a precios del interior del país. Recomendamos no sólo al público local, sino también a los que viajen a Santa Fe de la Vera Cruz, que no dejen de conocer este restó de impecable relación precio calidad. Con menores pretensiones, se atienden los requerimientos de los clientes del Casino en el Bar El Dorado, aunque sin descuidar la propuesta. Y además Marini tiene a su cargo los eventos del Centro de Convenciones Los Maderos. No menos importante deja de ser el servicio de comidas que se brinda a los empleados del Casino, el hotel, y demás instalaciones del complejo. También hay un servicio rápido en el Lobby Bar del Hotel Los Silos.
Dique Uno está enclavado dentro del complejo del Casino Santa Fe, que incluye además otras tres unidades gastronómicas: Bar El Dorado, Centro de Convenciones Los Maderos y Comedor de Empleados
Pero lo mejor está en Dique Uno. Al mediodía hay una carta acotada, que permite gastar no mucho más de 100 pesos. A la hora de la cena, el restó se viste de frac y galera. Se puede comer perfectamente por 200 pesos los tres pasos y alguna bebida, una bicoca realmente (por ejemplo, burrata con tierra de algarroba y variedad de tomates a 33 pesos, el surubí con revuelto de mandioca y cítricos a 80, y el la degustación de helados que suman otros 40. Un total de 153 pesos y da para llegar a los 200 con la bebida. Notable, para tomar nota (aclaramos que son precios de diciembre de 2012).
Probamos en esta oportunidad el huevo a 65º con jamón crudo, tomate concassé y caviar de portobellos; langostinos jumbo apanados en semillas, guacamole y pickles de remolacha; lomo, brócoli, queso azul y esferas de pickles; panzotti de cordero en su jugo, además del citado surubí. Y de postres, las sorpresas del “NOA al NEA” y “Desierto a la manera de Dique Uno” (no vamos a develar el misterio, para no quitar el efecto sorpresa). Las frutillas con crema (ver foto) no son las clásicas, sino una deconstrucción que da que hablar (no por nada es uno de los postres más pedidos por los clientes). Va de suyo que hay muchas más opciones (merluza negra, risotto de frutos de mar y gel de mar; salmón a la vainilla en cápsula de humo; lomo de ciervo con espuma de mandioca, entre otros).
También hay una degustación de siete pasos con vinos, que vale la pena consultar al momento de decidir la comanda.
Por el nivel de precios y la calidad de la propuesta, uno lamenta no vivir más cerca. Pero la verdad es que no nos pesó para nada recorrer los 475 kilómetros que separan a Santa Fe de Buenos Aires. Vale la pena. Y encima parece que en junio habrá una comida a cuatro manos, donde Lucio compartirá cartel con uno de los mejores cocineros (sino el mejor de la actualidad) de la Argentina. Pronto se confirmará y se los contaremos.
Un restaurante de campo como los hay a montones en Italia. Peumayén, cuyos dueños son descendientes de alemanes del Volga, ofrece una cocina auténtica en la que se entremezclan platos autóctonos y de inmigrantes.