Dante Robino, artesanos del vino

Lunes, 5 de septiembre de 2011
Frente a la enorme cantidad de bodegas que tenemos en la Argentina, el nombre de Dante Robino goza de una tradición que continúa con la familia Squassini, los actuales propietarios



Llegar a las instalaciones de la Bodega Dante Robino, nos retrotrae de inmediato los albores de la vitivinicultura argentina, ya sea recorriendo las cavas subterráneas, observando el museo que atesora elementos históricos, y hasta el techo de cañas, restaurado pero que refleja aquella época fundadora. Como tantos otros inmigrantes italianos, Don Dante (que no tuvo descendientes directos) llegó al país para hacerse “la América”, y con el tiempo, fruto del esfuerzo propio y el tesón inclaudicable de los inmigrantes, logró instalarse en Mendoza para elaborar vinos con el estilo de patria. Cómo no recordar los botellones redondeados conteniendo un vino estilo Chianti, que por entonces era una de las mejores opciones que tenían los consumidores.

En 1910, una década antes de ingresar al negocio vitivinícola, el fundador abrió una cantina que identificó con su apellido, en la esquina de Corrientes y Montevideo. Además de platos italianos, mucha pasta sobre todo, Dante ofrecía a sus clientes vinos de la tierra natal: Gamba di Pernice, Nebiolo y Chianti, entre otros. La cuestión no era nueva para Don Dante; su familia cultivaba viñedos y elaboraba sus propios vinos en Italia. Siguiendo el rumbo de sus connacionales DR llegó a Luján de Cuyo, donde se encontró con una finca que lo cautivó. Poco después la compraría junto con las viñas de Malbec, variedad en aquel momento conocida como “uva francesa”. La bodega propiamente dicha, contaba en su interior con vasijas de roble de Nancy, con una capacidad total de 800 mil litros.

En 1940, Dante Robino adquirió un almacén de 3500 metros cuadrados en la ciudad de Buenos Aires (donde hoy se encuentra el Sanatorio Güemes), en Cabrera y Acuña de Figueroa. Allí se embotellaba el vino, traído en tanques desde Mendoza, a través del ferrocarril. Cuando en 1977 salió la Ley de Embotellamiento en Origen, el predio fue vendido y en se concentró todo el proceso de elaboración en Mendoza. La saga continuaría con los Squassini, que compraron la bodega a los descendientes no directos de DR en el año 1982.



Hoy las etiquetas Gran Dante y Dante Robino rinden homenaje al fundador. Los nombres Novecento y Novecento Raíces son las otras marcas. El espumoso Novecento es hoy uno de los más vendidos en la noche porteña, gracias a una excelente relación precio calidad, una característica afín a todos los productos que comercializa la bodega. Los nuevos propietarios decidieron reinvertir capitales para el desarrollo tecnológico y operativo de la bodega, lograron establecer un manejo personalizado en el trabajo del viñedo, modernizaron la administración y comercialización y, por sobre todas las cosas, mantuvieron la esencia de la tradición y el espíritu familiar que Don Dante pensó para su empresa, pero que por esas cosas de la vida no logró materializar a través de descendientes directos. Rafael Squassini, director comercial, señala que lo vital es conservar el espíritu en la elaboración y el respeto por el viñedo.

Pero los Squassini van siempre más allá. Por ejemplo, ya analizan en cómo será en algunos años, muchos todavía habrá que transitar, la transmisión a una tercera generación de miembros de la familia. Además de los vinos, son los responsables de colocar en el mercado productos que ningún gourmet puede pasar por alto. Algunos ejemplos son las pastas De Cecco, pesto y aceite de oliva Filippo Berio, turrones De la Viuda y cervezas de varias marcas. Más de 130 productos.  Todos siguen un mismo parámetro de calidad, respetando al consumidor y conservando el espíritu familiar.
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