El gobierno emite y emite, pero sólo billetes de 100 mangos. No hay cambio en los cajeros, tampoco. Y el facilismo de los comerciantes, obliga a que los clientes sean los que tienen que ir a comprar con chirolas en el bolsillo.
Como dice la publicidad, “si no tiene satisfacción absoluta, le devolvemos su dinero”. Pero nunca pensé que en un negocio, una panadería para más datos, la cajera –sin inmutarse- me devolvería el billete de 100 que le había dado para pagar por mi pan y mis facturas. Se quedó con la bolsita, por supuesto. El hecho ocurrió en la Confitería La Argentina, ya centenaria, del barrio de Belgrano. Más específicamente en la sucursal de Cabildo y Céspedes. El ticket fue emitido por $ 24,60 y al no alcanzarme el cambio, intenté pagar con un billete de 100, el de Roca. Con cara de asco, la señorita cajera me pidió que dejara la mercadería, porque no tenía cambio. Ni siquiera atinó a decirme que podía pagar con tarjeta de débito (que fue lo hice precisamente). Siempre con la misma cara de poker. Al menos hubiera esbozado una disculpa.
En la gran cantidad de viajes que tengo hechos por diversas partes del mundo, nunca me pasó que al pagar con un billete de alta nominación (como si el nuestro de 100 pesos lo fuera), me preguntaran si tenía cambio. Se deduce que si uno paga de esa manera, es porque no tiene “sencillo”. Y mucho menos, te van a mirar con cara de pocos amigos por ese motivo. Es que la lógica indica que quien debe tener chirolas para dar el vuelto, es el comercio y no el cliente. Acá se entiende todo al revés. Encima que te cobran $ 24,60 por ocho cuernitos y libritos, más dos facturas elaboradas en la mañana, tenés que dar el monto justo, para evitar que te traten como un asesino serial o poco menos que eso.
Nadie tiene cambio, o sea que si vas a pagar con un billete de 100 (que ya no vale casi nada), igual te exigen que les des hasta las chirolas.
Para muestra basta un botón. No hay chirolas ni en la carnicería, la verdulería, el peluquero del barrio, el quiosquero y tampoco en los súper. Antes uno le preguntaba al taxista si iba a pagar el viaje con un billete de 100; hoy cualquier recorrido al menos llega a los $ 40, de manera que no debiera haber problemas con el vuelto. Pero los tacheros suelen no tener cambio, más allá de que los 100 pronto van a alcanzar solo para comprar un chupetín o un chicle en el quiosco. Con las monedas ya no hay tanto problema desde que apareció la Sube. Pero de todas maneras tampoco abundan.
En el restaurante, para dejar la propina asegurate de tener algunos billetitos de 10, de lo contrario vas a tener que dejar 100 (aunque a este ritmo, pronto el 10% de una comida cualunque va a ser un billete de Roca o Evita). Una última cosa, si quieren saber qué le dije a la panadera les cuento: “mirá bien mi cara porque no la vas a ver nunca más”, le dije ante la mirada subrepticia de los demás clientes. Si no tienen cambio, al menos que te traten con un poco de deferencia, porque al fin y al cabo el cliente siempre tiene razón (y en este caso más que nunca).