Nacida en 1924 por impulso del investigador Rudolf Steiner, la agricultura biodinámica llegó a partir de la iniciativa de algunas bodegas que incorporaron esta particular forma de producir. Sin embargo, desde el ámbito científico se descalifica a este sistema por sus fuertes componentes esotéricos y sus beneficios aún no probados.
Todos sabemos que hay disciplinas destinadas a pequeños nichos de mercado, como la agricultura orgánica, y otras que poco tienen de sustento científico pero que se ponen de moda para llamar la atención y, si es posible, también sacar rédito en la futura comercialización de sus productos. También aparecen ciertos “caprichos de rico”, ya que para ellos es un vuelto invertir en la inclusión de estos métodos de producción que parecen destinados a confundir al público consumidor. Para decirlo con absoluta claridad, una cosa es el marketing con sus “espejitos de colores” y otra muy distinta la realidad científica.
La vitivinicultura pareciera ser ámbito propicio para el desarrollo de mitos exacerbados. Cómo entender sino la existencia de un enólogo de la calaña de Michel Rolland, admirado por muchos pero más que nada por su poder de venta, y mucho menos por su capacidad como profesional del vino.
Rolland es capaz de catar 400 vinos en una sola tarde y sin inmutarse. En el medio, les aconseja a los enólogos locales cómo hacer los cortes, en tanto se comunica telefónicamente con cada una de las más de 200 bodegas que asesora en todo el mundo. Michel, simpática persona pese a todo, es un pulpo que capta con sus tentáculos todo lo que puede y más todavía.
Algunos bodegueros nos han comentado sotto voce que contratan a Rolland sólo por una estrategia de marketing, pero que jamás le permitirían meter mano en sus vinos. Y los enólogos cuentan anécdotas desopilantes, porque si bien el personaje sabe mucho del tema, también ha cometido errores groseros cuando se trata de catar a ciegas y le venden gato por liebre.
Biodinamia esotérica
Si Rolland es ya un mito y poco queda para sacarle el jugo, “éramos pocos y parió mi abuela”. Los genios marketineros tenían que inventar otra cosa, y no tuvieron mejor idea que recrear la biodinamia, una práctica que inventó Rudolf Steiner en los años ’20 del siglo pasado, y que muchos han tomado hoy como un dogma inflexible. No les importa a estos “hippies” del Siglo XXI que hoy la Humanidad cuente con tres o cuatro veces más de población que en aquellos tiempos lejanos. Y hasta se atreven a decir que la soja debería ser toda biodinámica. Un disparate.
Va de suyo que cualquier actividad cuyo basamento sea la protección de los recursos y el cuidado del medio ambiente, como tal merece ser respetada y apoyada. La agricultura orgánica o natural es uno de esos ejemplos paradigmáticos. De todas maneras, está comprobado que en el caso de los vinos, producir orgánicamente no es otra cosa que un concepto fundamentalista, o si se quiere un agregado folclórico en la etiqueta. No hay catador que pueda diferenciar un vino orgánico del que no lo es; no hay diferencias gustativas, aromáticas o de cualquier otra índole que se le parezcan. Todo bien hasta aquí. Pero la agricultura biodinámica…
El magnate suizo Donald Hess, propietario de Colomé, la que se dice ser la bodega más antigua del país, incorporó este concepto a pedido de su esposa Ursula y fue un pionero en la materia. Ya no está su asesor original en Agricultura Orgánica y Biodinámica, pero lo ha reemplazado con otros profesionales fundamentalistas.
Dicen sus apóstoles que la agricultura biodinámica forma parte de la búsqueda de alimentos sanos, libres de residuos tóxicos y que se obtienen mediante prácticas que no perjudican el medio ambiente. En síntesis, se trata de que la mano del hombre no afecte la futura fertilidad de los suelos, así como también recuperar la biodiversidad de las áreas degradadas y de cultivo. Hasta aquí es producción orgánica pura y científicamente avalada. Pero el problema surge cuando señalan que a través de la actividad práctica, se debe ejercitar una apertura de mente para aceptar algunos aportes externos, donde las mínimas dosis de sustancias son capaces de promover efectos benéficos cualitativos y cuantitativos.
En este punto es donde comienzan a aflorar las flaquezas de los argumentos favorables a la biodinamia. El trabajo agrícola biodinámico, dicen sus adeptos, no consiste simplemente en la adopción de un cierto número de medidas más o menos independientes. En realidad, se trata de un método o un procedimiento de acuerdo a una concepción más amplia de todos los procesos que se interrelacionan en la Naturaleza, inclusive los aspectos espirituales. Como se verá más adelante, los científicos consideran que más que cuestiones espirituales, se trata de esoterismo.
Es así que los seguidores de esta práctica destacan que “el concepto básico de la agricultura biodinámica consiste en considerar el conjunto de todos los elementos que forman parte de la finca y se interrelacionan: suelos, animales domésticos y salvajes, plantas cultivadas y silvestres, bosques, riachos, lagos y el propio ser humano, su comunidad y su trabajo como gestor de procesos, así como aspectos más amplios como el clima local, las estaciones del año y todo aquello que determina los ritmos.
Así el productor construye un sistema que en lo posible es autosuficiente, que reduce al máximo la dependencia de los insumos externos estimulando el mejor aprovechamiento y reciclaje de los propios recursos del sistema, con el objetivo de que éste sea realmente económico.
Como se dijo, Colomé ha sido pionera en la incorporación de este concepto de agricultura en sus viñedos, ubicados en el Departamento de Molinos, en el norte de Salta. La altitud sobre el nivel del mar, supera en la finca los 2.300 metros. Uno de los principales objetivos es no sólo producir vinos de calidad, sino también alimentos de mayor calidad, para lo cual se deben aplicar técnicas avanzadas para la determinación de la vitalidad del suelo y la calidad de los productos agrícolas, como son la cromatografía en papel de filtro y la cristalografía del clorato de cobre, pues en muchos experimentos se constataron los beneficios de calidad en los productos biodinámicos.
Donald Hess y su equipo de trabajo en Colomé, están convencidos de que ante el problema de la aparición de plagas y enfermedades, la caída de la calidad de la uva y otros aspectos negativos, la mejor solución es apelar a la agricultura biodinámica. Pero atención, porque no es tan sencillo controlar las plagas en un lugar donde los suelos y el clima poco ayudan al desarrollo de los métodos y sistemas orgánicos. Del dicho al hecho, hay un largo trecho.
A quienes aducen que se trata sólo de un capricho de ricos, los defensores de la biodinamia recuerdan que Clive Coates, en Master of Wines, señaló que “cuando se abona la tierra con productos químicos (nutrientes artificiales), éstos son tan homogéneos que hacen que vinos muy diferentes elaborados con uvas provenientes de regiones diversas, se parezcan como gotas de agua”. Otros creen, con mayor sustento práctico, que ello ocurre por la excesiva utilización de madera que ha globalizado al vino por obra y gracia de personajes como los ya citados Michel Rolland y Robert Parker, y también el bodeguero californiano Robert Mondavi, entre otros. Todos ellos son denostados en el documental Mondovino, que también desnuda a Arnaldo Etchart, a la sazón socio de Rolland en San Pedro de Yacochuya, quien en esa película, junto a uno de sus hijos, dice despreciar a la gente con la que convive y que trabaja para él, por ser ignorantes.
Entre los casos que se mencionan como exitosos, se menciona el del francés Nicolás Joly, productor del Valle del Loire. Se trata de una zona donde muchos viticultores han intentado sacar durante 150 años todo el provecho posible de la tierra, aún en fincas minúsculas, lo que se tradujo en la “explotación inadecuada del terruño”. Joly ha escrito el libro “El vino, del cielo a la tierra”, donde expone sus opiniones sobre edafología, viticultura y enología biodinámicas.
Otros exponentes de experiencias biodinámicas exitosas, siempre desde la óptica de los defensores del sistema, son Anne-Claude Lefalive, del Domaine Leflaive, y algunos míticos nombres borgoñeses como Aubert de Villeine del Domaine, de la Romanée Conti, todos los cuales concluyen en señalar que las prácticas biodinámicas “permiten potenciar y expresar el terroir”. Pero todo esto resulta muy difícil de demostrar científicamente. Los agnósticos dudan, no creen todo lo que se dice, por lo menos hasta que la ciencia demuestre lo contrario.
La ciencia vale
La licenciada Beatriz Giazzon se define como geógrafa ambientalista, es decir que se encuentra muy cerca de las prácticas orgánicas. Sin embargo, sostiene que la agricultura biodinámica propone una forma de cultivar la tierra de manera ecológica, aunque sus críticos subrayan la inutilidad de su base esotérica.
Los productos de la agricultura biodinámica, especialmente los vinos, comenzaron a ser conocidos en el mercado español. Certificados con su propio sello de calidad (Demeter), garantizan haber sido elaborados no sólo de manera ecológica, sino también respetando una serie de creencias de tipo espiritual. De hecho, Colomé es la primera bodega argentina que tiene esta certificación en su finca (no en los vinos).
Según un artículo, publicado por Alex Fernández Muerza, los seguidores de la agricultura biodinámica creen que la tierra, las plantas, los animales y el ser humano trabajan interconectados en un único organismo. Su origen se encuentra en una serie de conferencias impartidas en 1924 por Rudolf Steiner, filósofo y científico austríaco que creó un movimiento espiritual al que denominó antroposofía.
En la práctica, dice Giazzón, la biodinámica utiliza medios naturales y sostenibles para sus cultivos, similares a los de la agricultura ecológica u orgánica, como rotaciones de cultivos bien pensadas, compost elaborado con estiércol de la granja, control de malas hierbas y enfermedades utilizando materiales basados en plantas y minerales, etcétera.
Pero al mismo tiempo, resalta que los agricultores biodinámicos creen en una serie de valores esotéricos más propios de la alquimia medieval o de la astrología. Sus defensores afirman que existen ritmos, fuerzas y energías cósmicas que influyen en todos los seres vivos. En este sentido, uno de sus métodos, conocido como dinamización, consiste en una serie de preparados que incluyen el enterramiento de un cuerno vacuno relleno de estiércol (ver recuadro) o la reducción de insectos a cenizas.
Además, dice Giazzón, los signos del zodíaco y la posición de ciertos astros, determinan los mejores momentos para realizar las siembras o labores de cultivo. A este respecto, por ejemplo, sus defensores se muestran preocupados en los años en que se prevé la ocurrencia de una gran cantidad de eclipses, tanto lunares como de otros planetas del Sistema Solar.
En definitiva, como explica en El escéptico digital, el profesor de la Universidad de Granada, Jesús Barquín, "la parte ecológica del enfoque biodinámico es razonable, por lo que tiene de agricultura orgánica, sostenible y respetuosa del entorno, pero sin embargo, sus principios se sustentan en suposiciones espirituales sin fundamento empírico contrastable".
La sentencia es categórica, inapelable. Aunque a pesar de ello, siguen apareciendo nuevos ejemplos de desarrollo de la agricultura biodinámica en la viticultura.
En realidad, habría que decir que la agricultura biodinámica no es ni buena ni mala, es inocua, para algunos hasta innecesaria y ridícula. En lo personal, uno no pagaría ni un sólo peso más por un vino biodinámico. En todo caso, sí por su calidad, que no ha variado ni un ápice por la utilización de prácticas esotéricas.
El poder del dinero
Los precursores de la agricultura biodinámica en la Argentina, han sido curiosamente, o no tanto, algunos personajes de elevadísimo poder adquisitivo dedicados a la vitivinicultura. A Donald Hess, magnate suizo de enorme poder económico, se agregan a la lista la Condesa Noemí Marone Cinzano (Bodega Noemía), su primo el Marqués Piero Incisa Della Rocchetta (Bodega Chacra) y el empresario griego Constantinos Krontiras (casado con una argentina). Hay varios más: Cicchin, Alejandro Bianchi, y seguramente seguirán sumándose como las bodegas que asesora Rolland. Todos los mencionados hacen excelentes vinos, pero como dice el enólogo Pedro Marchevsky, se pueden obtener los mismos resultados sin recurrir a métodos rebuscados.
Estiércol y cuernos de vaca
La cría de ganado supone en la práctica de la agricultura biodinámica, lograr una autosuficiencia del sistema. Por ejemplo, en lograr el estiércol que permita mejorar el estado orgánico del suelo. Pero ese estiércol primero se fermenta varios meses dentro de cuernos de vaca, que luego son enterrados en distintos lugares de la finca, según los mandatos de los ciclos lunares y la astrología. Transcurrido el tiempo necesario, el estiércol se coloca en agua, según extraños movimientos giratorios. Frente a esta parafernalia, cabe preguntarse por qué, si sus ejecutores no la practican como estrategia de marketing, se encargan de recalcar que poseen biodinamia en sus fincas. ¿Será sólo para llamar la atención?