Los que me conocen, saben que desde hace casi siete años estoy entrenando duro para poder continuar con la tarea periodística vinculada con la enogastronomía. Me doy cuenta de que mis compañeros del Team 70/30, en su mayoría, entrenan para correr y yo lo hago para comer. Pero, más allá de eso, me picó el bichito del running, y ya acumulo una docena de medallas por haber terminado las respectivas carreras en las que participé. La última de ellas, hace apenas unos días, fue en Burlington, una pequeña localidad de Canadá, ubicada a 74 kilómetros de Toronto.
Se piensa que la comida y la bebida no van de la mano con el deporte. Pero no siempre es así. Para mí, el fútbol (y ahora el running, porque es lo que el cuerpo me deja hacer) y la gastronomía son dos pasiones, a las que siempre uno une cuando se dan las circunstancias.
Mi hija Marina vive en Toronto desde hace 7 años, y como habíamos programado un viaje para este año, me propuso que corriéramos juntos en virtud de que en esta época de calor hay mucha actividad al aire libre en ese país.
Ya lo habíamos hecho el año pasado en Palermo, en la carrera de Unicef para la Educación. Fueron 10 kilómetros, una distancia que para algunos puede resultar escasa, pero para quien tiene 71 años y dos rodillas casi destruidas no está nada mal.
Lo cierto es que estábamos anotados en una carrera a beneficio, que iba realizarse el 1ro de julio, en ocasión de festejarse el Canadá Day, recordando la independencia del país, de la dominación británica. El día anterior, nos avisaron que la actividad se suspendía, debido a un problema suscitado en uno de los puentes sobre el lago Ontario que había que cruzar.
Ya resignados, mi hija comenzó a buscar y encontró que el domingo 6 de julio estaba la Carrera del Whiskie, en Burlington, una localidad pequeña siempre en la región de Ontario, a 40 minutos en auto de Toronto.
En lo personal, nunca había corrido fuera de Buenos Aires, y encima el recorrido eran 2.5 kms y la misma distancia de regreso, siempre bordeando el lago. El clima ya estaba caluroso a las 8:00 de la mañana, cuando comenzaba la carrera.
Con Marina, que bajó su ritmo para acompañarme, hicimos un buen tiempo (al menos para mí), pero debo confesar que llegué con la lengua afuera cuando de local nunca me había sucedido.
Vale destacar, como dato anecdótico, que la medalla que nos entregaron tenía forma de botella. Y ni bien terminó la competencia, nos invitaron a acercarnos a un bar vecino, donde no esperaban con donas y aunque ustedes no lo crean, con whiskie canadiense (sí, a las 8 y media de la mañana). Nos regalaron los vasos, además.
En definitiva, resultó una buena experiencia y la primera para mí en otro país. Por ello mi agradecimiento al Team 70/30 y al equipo de Carne Argentina que funciona dentro del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina.
Todo se hace para seguir comiendo y bebiendo, en pos de una profesión que abrazamos con pasión y disfrute pleno. Les aseguro que vale la pena el esfuerzo.