Editorial

Influencers go home

Lunes, 5 de febrero de 2018

Los influencers han copado la parada. Instagramers, Youtubers, Twitteros, Blogueros improvisados, toda una fauna completa convertida en nuevos termitas de la gastronomía. Por suerte, algunos chefs y hoteleros se han dado cuenta de la realidad y humillan públicamente a estos mangueros descarados.

Hace algunas semanas, el excéntrico chef Dabiz Muñoz (David Muñoz Rosillo es su nombre completo), que ostenta 3 Estrellas Michelin por su Restaurante DiverXo, recibió un pedido de alguien que quería comer gratis en su establecimiento. Un influencer -como se los llama ahora a este grupo de nuevos termitas-, que nos son otra cosa que mangueros que cambian comidas gratis por una foto con epígrafe en sus cuentas con miles de seguidores (que nunca sabremos si son reales o no).

Pues bien, a Dabiz se le saltó la térmica. El mensaje recibido por un instagramero anónimo a su cuenta de Twitter decía: ""hemos recibido buenas críticas de vuestro restaurante y queríamos probarlo. ¿Habría alguna posibilidad de que nos invitaseis a comer y a cambio os recomendáramos?".

Pareciera ser un texto impersonal, un mensaje tipo destinado a varios restaurantes. Total con que algunos de ellos piquen, los mangueros estarían hechos. Lo curioso no es solo que no se mencione específicamente a DiverXo, sino que la cuenta de marras tiene 12 publicaciones y sus seguidores no superan los 2.000 (un influencer subdesarrollado parece).

Muñoz colgó el mensaje en su Twitter con una captura donde se lee la respuesta del chef: "¿Debe ser una broma, clarísimo...? ¿Verdad que sí?". Una manera elegante de decir que no.

Hubo también otro hecho paradigmático en Dublin. El propietario del Hotel Charleville Lodge, recibió en los últimos días el siguiente mensaje: "trabajo (sic) como influencer en temas como estilo de vida y viajes. Mi pareja y yo pasaremos en Dublin el fin de semana de San Valentín. Mientras buscaba hospedaje, encontré su impresionante hotel y me encantaría enseñarlo en mis publicaciones".

La autora es Elle Darby, una británica que dice tener 87 mil suscriptores en YouTube y 76 mil en Instagram. El socio gerente del hotel, llamado Paul Stenton, le respondió en Facebook: "Querida influencer: gracias por tu correo electrónico en busca de alojamiento gratuito a cambio de publicidad. Se necesitan pelotas (sic) para enviar un correo electrónico como ése. Si te dejara dormir aquí a cambio de salir en un video, ¿quién va a pagarle al personal que cuida de ti? ¿A quienes te sirven el desayuno? ¿A la recepcionista que te registra? ¿Debería decirle a mi personal que aparecerán en tu video en vez de pagarles? Mis mejores deseos. PD: la respuesta es no".

Stenton no menciona el nombre de la destinataria. Pero al poco tiempo, Darby publicó en YouTube su respuesta a la humillación recibida y dijo: "soy una chica que dirige su propio negocio desde su casa y no siente que haya hecho nada malo".

Pero Stenton fue más allá al afirmar: "he tomado la decisión de prohibir a todos los bloggers entrar en nuestro hotel, si alguno intenta ingresar será expulsado".

En noviembre de 2016, Fondo de Olla © publicó la nota "Los nuevos termitas", en la cual hacíamos referencia a un entrevista a página entera del diario Clarín, a dos ignotos influencers de jóvenes 21 años. Ellos se ufanaban de la situación al decir: "nos gusta mucho salir y comer afuera" (sin pagar, claro) y están orgullosos de eso: "vos te reís, pero este hobbie (sic) se convirtió en nuestro orgullo. Estamos muy contentos de haber logrado lo que logramos".

La parejita saca fotos y las postea. Y una manda de giles se apresura a aceptar sus mangazos, no solo acá, dicen, también en Uruguay y Chile. Ahora a los mangueros se les llama cummunity manager o influencer.

Nos topamos con ellos involuntariamente hace algunos meses en el Restaurante Olaya pero no abrieron la boca, se sentaron solitos, no comentaron ni preguntaron nada, así como llegaron se fueron y quizás hayan publicado una foto como moneda de cambio.

Vale aclarar que los periodistas gastronómicos (de profesión) recibimos invitaciones. Lo hemos comentado muchas veces. Sería imposible para un medio independiente que no le chupa las medias a nadie ni cobra las notas, hacerse cargo de los gastos que demanda hoy comer en restaurantes al menos cuatro o cinco veces por semana.

El problema pasa por hacerse invitar, llamar para pedir cosas, en algunos casos extorsionar a las empresas hasta sacarles algo y luego dar marcha atrás y cambiar el discurso.

Pero lo de los influencers es más grave. Son termitas "disfrazados". Y las empresas se dejan convencer por los espejitos de colores que venden estos garroneros consuetudinarios. Basta ver las publicidades con que cuenta algún blog que publica recetas que dan vergüenza ajena por lo elementales y ridículas.

Como algunos especialistas en marketing y analistas de mercado consideran que esta nueva forma de comunicar es muy conveniente, lejos estamos de desenmascararlos como lo han hecho Dabiz Muñoz y los dueños del hotel de Dublin.

Más aún cuando parte de la prensa supuestamente seria actúa de la misma manera, salvo que luego publican sus notas más trabajadas, aunque con abundancia de adjetivación laudatoria.

Por las dudas, aclaramos que quien es responsable de estos editoriales (Juan Carlos Fola), hace algunos años renunció a escribir sus críticas de restaurantes de Buenos Aires y alrededores, en una revista en la que pretendían obligarlo a hacerse invitar. Vamos a mantener en reserva el nombre de quien ese momento ostentaba el cargo de secretaria de redacción y realizó ese pedido, por prudencia. Se quedó con los del interior, donde uno va y paga porque no lo conocen. Al periodista siquiera le liquidaron los viáticos.

Volviendo al mundo de los influencers, solo queda por decir que no son periodistas pero se lo creen, que denigran nuestra profesión, que venden humo, que son los "nuevos termitas".

Go home influencers, están haciendo mucho daño y la mayoría de los mangueados les compra un buzón. Hasta que se den cuenta de que no todo en el negocio gastronómico es marketing.

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