Fallida leyenda urbana en el medio del campo

Lunes, 22 de octubre de 2012


Nuestro amigo Max fue a buscar una experiencia gastronómica a Tomás Jofré, uno de los pueblos "gastronómicos" más difundidos de los últimos tiempos. Parece que no le fue del todo bien.

Después de mucho tiempo me di el gusto de ir a conocer el tan afamado Restaurant "Silvano" en Tomás Jofré. Junto a mis compañeros de viaje estábamos ansiosos de probar los famosos Ravioles con estofado de pollo que son emblema del lugar. Llegamos bastante temprano, pero nos recomendaron reservar porque se llenaba, lo que pasó en verdad. El servicio era tipo "tenedor libre" y, en este caso, podíamos comer cuantas veces quisiéramos picada artesanal y ravioles o tallarines, incluida la bebida.


Empecemos por la entrada: una tabla de fiambres artesanales que constaba de salamín, queso y jamón crudo. Mucho jamón crudo, que si bien estaba delicioso, nos pareció excesivamente salado, y todo esto con una razón más que obvia, que era obligarnos a beber cantidades industriales de líquido impidiendo así la próxima ingesta raviolera.

¡La galleta mas rica que probé en mi vida!

Después de dos tablas, acompañadas con una excelentísima galleta campestre, y un par de gaseosas de litro y medio (sí, el jamón ya había surtido efecto), decidimos pedir el principal al unísono de "Ravioles con estofado" aunque teníamos la opción de elegirlos con manteca o aceite nos decidimos por la especialidad del lugar. No tardaron ni cinco minutos en llegar a la mesa servidos en una enorme fuente de barro. Abundantes, humeantes y apetitosos ravioles cubiertos de salsa y queso rallado. Toda una delicia visual, a no ser por la escasez de pollo, tan sólo tres presas perdidas en un mar de salsa.

El momento de la verdad había llegado y comencé a servirles a mis compañeros aquello que prometía ser una raviolada sublime. Una vez que todo estuvo listo, doy mi primer bocado, pero ¿con qué me encuentro?: una salsa extremadamente ácida, liquida y pobre; nada para destacar, ninguna hierba que disimule la falta de sabor de la preparación. Seguí entonces con el pollo y ahí otro declive,  seco y sin gusto que nos dio la sensación de estar comiendo un pollo a la parrilla reciclado, era simplemente eso, comida reciclada en una salsa ácida y sin sabor.

Sólo me faltaba probar los ravioles, aunque a esta altura ya estaba bastante decepcionado. Sin embargo, fue lo único (pero apenas ¡eh!) zafable del plato, una masa muy tierna a pesar de tener un espesor considerable, un relleno fuerte y suculento con sabor a antaño, porque justamente recordaba a las comidas que nos preparaban nuestras abuelas o tías en nuestra niñez. Se podía distinguir entre los ingredientes del relleno algún tipo de carne (posiblemente lo que sobraba del pollo), acelga y abundante nuez moscada, en definitiva un relleno bastante rústico y de potente sabor que en cierto modo era lo “exitoso” del plato. Luego vino el postre aunque no voy a perder el tiempo describiendo a qué sabe un almendrado o bombón suizo de paquete.

Los famosos ravioles con estofado de pollo de Silvano

En definitiva, la "leyenda" Silvano fue sólo eso...una leyenda urbana, o mejor dicho una leyenda rural. Podemos destacar la sabrosa picada que comimos de entrada, que se vio realzada por la increíble galleta que la acompañaba, pero nada más que eso, ya que sus famosos ravioles no estaban lejos de los que podemos comer en los clásicos bodegones de Capital y Gran Buenos Aires, a sólo un tercio de lo que pagamos, porque 120 mangos por lo que comimos resulta sinceramente poco conveniente para el bolsillo y el paladar, así que ya saben, la próxima vez que pisemos Tomás Jofre vamos a elegir alguna de las tantas excelentes parrillas que nos ofrece este pequeño polo gastronómico ubicado a 100 kilómetros de Buenos Aires.


 



 
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