Los baños en los restaurantes

Lunes, 20 de diciembre de 2010
En pos de la moda, muchos restaurantes se fueron (hace rato) al joraca con los baños. Eso sí de la limpieza, bien gracias. Otra nota con el toque de humor de nuestro amigo "Magno"

No sé si se han percatado de esa moda nueva que se empezó a ver en los barcitos fashion de los muchos Palermos que hay, incluso lejos de Palermo, y ahora se expande como una mancha de aceite por el resto de la ciudad de Buenos Aires y por algunas del interior también. Se trata de usar muñequitos raros y palabras poco usuales para indicar cuál puerta corresponde al baño de hombres y cuál al de mujeres.

Así es, los biorsis modernos se están sofisticando en eso, no así en servicios o asuntos más sencillos de atender (por ejemplo, de que estén más limpios ni hablemos). Ahora te podés encontrar con unos monigotes extraños en las puertas que te hacen dudar seriamente en cuál meterte. O con denominaciones rebuscadas para indicar cuál es el meatorium femenino y cuál el masculino.

En una de esas, me decía un amigo algo paranóico, se trata de señales para iniciados que les indican que ahí adentro pasan cosas… o se pueden conseguir cosas que afuera es más complicado hallar. Ustedes me entienden… también postula que esa tendencia quizás sea obra de la prensa sensacionalista, en contubernio con los dueños de los bares, que haría que los desprevenidos se metan donde no les corresponde, para horror de las que están adentro y sí les corresponde, de modo que se puedan inventar “Satiros de…” y armar títulos sobre placas rojas con letras blancas grandotas. No creo. Me parece que la tilinguería no suele ir de la mano de semejante imaginación. Porque ésto no es más que ganas de retorcer la realidad y ser originales por la originalidad misma.

Ya en algunas zonas te cuesta encontrar al típico hombrecito y a la típica mujercita que, muy derechitos, te indicaban con su sola y tranquilizadora presencia que pasando esa puerta podías desaguar en paz. Ahora hay que fijarse muy bien, pensarla dos veces y despues encarar. Es decir que conviene ir con tiempo, porque al llegar te puede agarrar la duda metafísica, y si vas muy jugado tal vez las consecuencias sean irreparables. Lo que se aconseja en estos casos es, si las puertas se ven desde donde uno está, observar a los especímenes que entran en cada una (si bien en estos tiempos eso ya no es una garantía absoluta). En caso que no se vean, hay que tomar algunas precauciones. Los expertos aconsejan consultar con el cajero o los mozos previamente o ya de camino al lugar, para no pifiarle; esto es recomendable siempre y cuando los tipos no luzcan la típica cara de traste que suelen cargar los que trabajan en esos sitios, cuanto más careta mayor cara de culo, eso es directamente proporcional.

Pero si lo que prima es el apuro o el espíritu de aventura y uno ya se encuentra frente a dos puertas que muestran ositos, figuras supuestamente artísticas tipo Boticelli o magros muñequitos asexuados que no dicen nada, se aconseja observar el color de los monigotes, o si tienen moñitos, pipas, ojos pintados, pestañas largas, pantalones, bigotes, etc.. Algunos de esos engendros suelen ser rosados o azules, en cuyo caso no presentan mayores dudas, o tienen signos inequívocamente femeninos o masculinos, entonces hay que mandarse y listo. Pero eso no siempre se registra. A veces hay que dejar jugar a la intuición, encomendarse a San Orinato de Padua y que sea lo que el destino quiera.

Otra moda rara, además de los muñequitos extraños, es la de poner palabras supuestamente ingeniosas; por ejemplo, en un bar ambientado con cosas de barcos y aires marítimos, encontré que las puertas de los baños dicen: “Sirenas” y “Tiburones”. Rebuscadísimo, además de ser pasible de crearle más incertidumbres a los que ya tienen dudas sobre sus propias tendencias sexuales y de a ratos puedan sentirse sirena o tiburón según la posición que les toque o el anzuelo que se hayan metido en la boca. Todo empezó con el indudable “Ellas” y “Ellos”, pero luego la cosa se empezó a degenerar. Hace poco encontré unos baños en cuyas puertas se leía “Winners” y “Godess” (o sea “Ganadores” y “Diosas”, en criollo). Algo como para sobarle el ego al que entra, sea quien sea y se sienta como se sienta, ya es un mimo de agradecer. El problema es que el baño propiamente dicho era un chiquero infame, pero eso parece ser un detalle menor que no le interesa mucho a nadie.

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