La mayonesa es un desastre universal

Martes, 29 de noviembre de 2011
Hay un estadounidense en sus cincuenta años. Con demasiado sobrepeso. Digamos John Goodman (el gordo de El Gran Lebowski entre cientos de papeles memorables). ¿Tanto come? ¿O es una mala alimentación? La dieta Roque Pilón (personaje comehamburguesas amigo de Popeye) ha hecho estragos en los EEUU y se empieza a notar en algunos jóvenes europeos y latinoamericanos.

Hay un huevo crudo, lo cascamos, tiramos el contenido -yema y clara- en un bowl y cualquier libro de cocina nos dirá que tenemos 24 horas de heladera antes de que se eche a perder.

Hay un sobre de plástico que entregan con el sánguche en un carrito en la costanera o en cualquier cancha de fútbol. Dice "Vencimiento: Abril del 2014. Mayonesa". Lo abro, lo oprimo y sale una... ¿crema? ¿amarilla? ¿Y cómo puede tener esa textura el aceite mezclado con el huevo? Okey. Supongamos que son huevos de campo de esos de yema anaranjada. Dudoso. Incomprobable. Pero supongamos. Igualmente la cremosidad ¿qué se la da? ¿Y a qué sabe?

La mal llamada mayonesa no sólo ha degenerado a su homónimo auténtico sino también a la gente que le agrega esa cosa a cualquier sánguche, hamburguesa o pancho, los cuales pasan en forma mágica a tener un único gusto y textura. Y la verdad hasta los jamones menos curados tienen sabor a cerdo, pero su rastro desaparece en forma mágica ante lo invasivo de ese producto nefasto.

Recuerdo en el primer capítulo de Band of Brothers (HBO, 2001) una discusión entre dos de los protagonistas acerca de las diferencias entre la salsa de tomate y el ketchup. Y reconozcamos que el ketchup es mucho menos invasivo que la mayonesa industrial. Reconozcamos que incluso en algunos casos- como en unas costillas de cerdo- incluso podría ser apreciado.

Pero la mayonesa, no. Tan solo cumple su función de darle a todos los alimentos exactamente el mismo sabor industrializado y de lubricar la comida de tal manera que facilite la formación del bolo alimenticio lo cual hace más fácil tragar. No imagino que sirva para nada más. Y es una grave amenaza a la educación y al buen gusto.

Prueben en sus casas, hacer mayonesa. Les dirán que es difícil y que no vale la pena porque se echa a perder enseguida. Y tendrán razón. Pero a nadie se le ocurriría en un asado reemplazar el chimichurri y la salsa criolla por aderezo para ensaladas. De verdad, prueben hacer mayonesa. No necesitan un montón. Sólo un simple huevo, sal, pimienta, limón. Vayan echando el aceite de a poco. Miren como se forma la emulsión, ya que en ese proceso hay un pequeño universo de aromas, sabores y texturas. Y finalmente, háganle una hamburguesa a su hijo, utilicen su recién creada mayonesa casera y fíjense como reacciona. Al menos va a poder descartar algo: o esta nota o los frascos de ese producto nefasto que está arrasando con el sentido del gusto, homogeneizando a los argentinos y reduciéndolos a una triste caricatura que pudiera muy bien, encarnar John Goodman.

Gran escena de Pulp Fiction en donde la protagonista es la mayonesa. El doblaje castizo le da más humor a la cosa



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