La experiencia de comer arenques en Amsterdam

Jueves, 19 de febrero de 2015
Quiso la casualidad (o el destino) que con diferencia de pocos meses, Juan Carlos Fola y el autor de esta nota, cada uno por su lado, pasaron por el fenomenal Albert Cuyp Market de Amsterdam. Aquí la experiencia.



Albert Cuyp Market es el mercado más grande de Amsterdam. Nos dirigimos allí en nuestro afán de conocer mercados, preferentemente de alimentos pero para ser sinceros, a esta altura cada vez me importa menos de qué son los mercados. Siento mucha reticencia a esos que se llenan de falsificaciones chinas de ropa de primera línea. Esos sí trato de evitarlos. Pero amo los mercados de discos de vinilo, de ropa vieja, de antigüedades, de libros, de flores, objetos en desuso y por supuesto, los de alimentos.

Para arrancar, una de las ventajas de Albert Cuyp es que eshay de todo lo mencionado. Sí, hay discos viejos, ropa (nueva y vieja), antigüedades, falsificaciones, flores, cámaras y mucha comida. Otra cosa muy práctica es que abre seis días a la semana, sólo cierra los domingos.

En Albert Cuyp Market hay de todo como en botica. Y también alimentos, como no puede ser de otra manera. Y también arenques que no hay que dejar de probar.

Conviene llegar temprano, tipo diez de la mañana. El mercado arranca a las nueve y termina a las cinco de la tarde, pero temprano se pueden encontrar más perlas. También es mejor ir un sábado, cuando suele haber más movimiento. En nuestro caso llegamos en bicicleta -es el medio de transporte obligado para Amsterdam- y nos pusimos a caminar. Y así estuvimos hasta las tres de la tarde.

El barrio donde está el mercado, De Pijp, es actualmente uno de los más pintorescos de Amsterdam, una mezcla de inmigrantes -el 43% de la población de De Pijp viene del exterior de Holanda- con yuppies y artistas locales. Si uno arranca temprano vale la pena dar un paseo por el barrio. El parque de Sarphati, que está a dos cuadras del mercado, es muy bonito y ediliciamente el barrio es un ejemplo de la arquitectura barata de fines del Siglo XIX. Es realmente algo típico de Amsterdam, fuera del centro, lo cual es interesante ya que los turistas tienden a no salir de allí.





Ya específicamente en lo que nos reúne, Albert Cuyp presenta numerosos puestos tanto de comida fresca como para comer en el momento. Una obligación del turista es probar los stroopwafels típicamente holandeses -que no son otra cosa más que los famosos “barquillos”-, pero sabiendo que tuvieron su origen en esos lares, la experiencia merece ser vivida.

Las pescaderías son espectaculares. Parada obligada para los locales por su calidad y precio, uno como turista tiende únicamente a querer abrirse la cabeza a machetazos por la variedad existente, imposible de conseguir en la Argentina. Por decir algo, en un solo puesto -ni que hablar en el mercado- pueden conseguirse ocho o diez tipos diferentes de langostinos. Abundan pescados como el mackerel, tong, pargo, tarbot, sardinas, rodaballo, St. Pierre y todo lo que uno se puede llegar a imaginar.

Estábamos desolados viendo tanto pescado y teniendo tan pocas posibilidades de cocinarlo, hasta que nos dimos cuenta que todas las pescaderías venden a precio módico -entre 3 y 5 euros- unas bandejitas en las que te sirven tres o cuatro tipos de pescados curados o ahumados, con un pedazo de pan, justo para la gente como nosotros que deseaba comer ahí. Las bandejas tienen diferentes tipos de pescado según el gusto del consumidor, y puedo garantizar que son espectaculares. Nosotros elegimos una de gravlax, mackerel, arenque y sardina. En otros puestos, ya no de pescaderías, venden arenque con salsa agria y pepinos.

También hay puestos de dulces, chocolaterías donde hacen unas trufas fantásticas, pastelitos, waffles y creperías. También puestos donde venden jugo de arándanos, de naranja y limonada. Y como en toda Europa, puestos de falafel y hummus.

Cuando uno anda vagabundeando por esos mercados es cuando toma dimensión realmente de la distancia sideral, en todo sentido, entre el resto del mundo y nuestra Argentina, pese a que nos hayan hecho creer que somos una isla en el medio de un mar tempestuoso. La Europa de la crisis tiene producto, tiene calidad, tiene comida barata y tiene trabajo. Las posibilidades de alcanzar esos “lujos” -otra de las mentiras que nos han hecho creer-, están al alcance de todos los habitantes de esas ciudades. No hay que ser millonario para comer pez espada o arenque. En Albert Cuyp Market se come bien por 5 euros. Y por bien entendemos fresco, variado, rico y a buen precio.
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