Le contamos una anécdota sobre el curioso "casting" que se dio en una vinoteca cuando hubo que reemplazar al sommelier. Tiene un final "para alquilar balcones".
En una conocida vinoteca que no es de las cadenas que poseen locales por toda la ciudad, un sommelier decidió dejar el puesto aburrido de recomendar vinos maderosos que “hay que probar” solamente porque el dueño le dijo que “con estas bodegas tenemos arreglo y tenés que vender mucho”. Si bien el mercado laboral de la sommelierie vernácula está saturado de ofertas y se caracteriza por la escasa demanda, el propietario en cuestión decidió arriesgarse y contratar a alguien sui generis. Yo le propuse a Nerón, pero el caso es que el sueldo era muy bajo, y nuestro perro no quería volverse de Australia, donde está aprovechando la barrera de coral para darse un chapuzón junto a su perra.
Finalmente, dado los escasos honorarios, el “vinotequero” decidió recibir a todos los postulantes, aunque sus antecedentes no fueran de lo mejor. Pasaron uno por uno la entrevista, pero nadie lo convencía del todo, mucho charlatán, nadie preparado para tanta responsabilidad. Hasta que llegó un personaje con pinta de ciruja y con pinta de “choborra” viejo. El jefe lo recibió y antes de mandarlo a su casa por su mala presencia, decidió ponerlo a prueba. Entonces le dio una copa de vino a ciegas, para que bebiera. El tipo tomó un sorbo y dijo: “Es un Malbec elaborado con uvas cosechadas en Luján de Cuyo, más precisamente en Agrelo, le pusieron chips y pese a su baja calidad puede venderse a un determinado tipo de clientes de poco poder adquisitivo. “Correcto”, dijo el dueño. Pidió otra copa y otra vez se escuchó la palabra del hombre, que por entonces comenzaba a hablar con dificultad por su escaso poder de resistencia al alcohol: “Es un Cabernet Sauvignon cosecha 2006, con paso por barricas de roble francés (70%) y americano (30%), durante 12 meses. Proviene de uvas cosechadas en Gualtallary, y su precio no debería sobrepasar los $ 100. Puede guardarse sin problemas durante tres o cuatro años, pero también está apto para beberlo inmediatamente (así los clientes compran otra botella pronto). “Absolutamente cierto”, dijo el patrón. Y pidió una tercera copa. Esta vez vino un espumoso, al que inmediatamente el catador identificó como “un champaña elaborado según el método Charmat, con uvas Chardonnay y Pinot Noir, provenientes de viñedos ubicados en el Valle de Uco. Su precio orientativo no debería pasar los $ 50”.
El dueño de la vinoteca no podía creer tanta precisión, sobre todo por los conocimientos que demostraba tener el hombre, por el que nadie daba dos pesos. Entonces salió de su oficina, habló con su secretaria y le dijo que hiciera pis en una copa. Al poco tiempo, la señorita llevó la copa y se la entregó al postulante. Tras probarlo, éste miró al jefe y le dijo: “Es una rubia de 30 años de edad, con cinco meses de embarazo y, si no me dan el puesto, la llamo a su mujer para decirle quién es el padre”.