Un tributo a Dereck, por su amigo Harry

Lunes, 30 de junio de 2014


Durante los mediados de los setenta, Robert (Bob) Cox y yo cenábamos juntos una vez por semana, los miércoles, para comentar la situación general, y muchas veces seguíamos las sugerencias ofrecidas en las columnas de Dereck. En una ocasión fuimos a un restaurante en La Boca, sobre el cual había sido particularmente entusiasta, y sufrimos una horrible desilusión, así que decidí conocer al crítico gastronómico del Herald personalmente. El encuentro, que se produjo muy poco tiempo después, dio lugar a una formidable discusión, y fue un tema sobre el cual nunca nos reconciliamos, y adonde simplemente acordamos en quedar en desacuerdo.

Pero Dios se ocupó de que este primer encuentro no tuviera un mal destino, y así fue que de este encontronazo nació una gran amistad que continuó sin interrupción alguna hasta su partida el lunes pasado. No pasó mucho tiempo antes de que Dereck comenzara a incluir en sus columnas datos que yo le pasaba, refiriéndose en cada caso a "my friend Harry" (mi amigo Harry), muchas veces tomándome el pelo subrayando mi naturaleza habladora y temperamental, y siempre con el talentoso humor con que sabía escribir. ¡Lo realmente cómico fue que muchos lectores llegaron a pensar que yo era una creación literaria suya al punto de que, en un artículo aparecido hace unos años en The Bulletin, la publicación del Consejo de la Comunidad Argentino Británica, señaló que ni Shakespeare hubiera podido crear una criatura como yo!

Dicho todo esto, resulta obvio que he tenido una butaca en la primera fila para verlo a Dereck en acción, y desde esta posición pude observar todas sus muchas virtudes. Primero y ante todo, era una persona profundamente ética, en una profesión adonde el diablo ofrece muchas tentaciones y desviarse no es poco común. Puesto sin vueltas, era absolutamente incorruptible y sus opiniones, aún aquellas que podían ser debatidas, siempre provenían desde un punto de vista honesto.

Otro de sus aspectos positivos era de que nunca fue un "matador". Cuando era negativo con respecto a un lugar o un producto, su idioma pertenecía a la crítica constructiva excepto, por supuesto, cuando se cruzaba con deshonestidad o con maltrato del consumidor. ¡Nunca me voy a olvidar de la vez que le señalé una parrilla en el microcentro que era un verdadero robo, y tituló su columna "Asalto en la Carretera"!

Era muy querido en el mundo gastronómico, también porque simpatizaba con los que recién empezaban, ayudándolos por el camino con datos y sugerencias, siempre en forma gratuita, llegando a ser considerado "un tipo verdaderamente gaucho". Y algunas de sus campañas unipersonales fueron históricas, particularmente su "cruzada anti-copas verdes" Hasta hace unas dos décadas, muchos cuando no la mayoría de los restaurantes de cierto renombre tenían copas verdes para servir el vino, un remanente de la vieja tradición francesa de usar cristales de color para ocultar las impurezas que existían años atrás. Dereck luchó ruidosamente contra este hábito durante largos años, dejando en claro que era imposible juzgar así el color de un vino, propiedad tan importante que es, si la copa no era perfectamente transparente. Su campaña fue, después de mucho arduo y ruidoso trabajo, totalmente exitosa. Las copas verdes desaparecieron por completo, y esto lo logró Dereck absolutamente por sí mismo.

Después estaba Dereck el Descubridor. Que yo sepa, la primera nota escrita sobre el Malbec argentino apareció en el Herald en 1982 y se refirió al Luigi Bosca Malbec 1978 que llegó al mercado en ese tiempo. Conozco ésto como un hecho real porque un domingo a la noche, en junio de ese año, probé este vino en la ya inexistente La Palmera en Olivos, y me excité tanto que lo llamé por teléfono poco antes de las 22:00 horas, para preguntarle si lo conocía. Me contestó que había oido hablar del mismo, y que estaba por testearlo y escribir sobre él, lo cual hizo poco después. Sin embargo, en esa columna también se refirió a "su amigo Harry" con (falso) enojo, porque dijo que para cuando regresó a su TV la película había terminado, y ahora nunca llegaría a saber quien había sido el asesino!

El hecho es que Dereck estaba siempre en la delantera de las noticias gastronómicas. En sus últimos años, por ejemplo, venía señalando que dentro de algo así como una década Argentina tendría un buque insignia más junto con el Malbec: el Bonarda. El tiempo nos dirá si su cálculo fue correcto y, en caso de que sí, una vez más habrá estado en la vanguardia.

Dereck, el hombre, era muy introvertido y podía llegar a ser testarudo como una mula. Nadie es perfecto. Pero para terminar estas líneas quiero subrayar el hecho de que era un maravilloso hombre de familia y, además, un gran, gran amigo al que mucho echaré de menos. ¡Esta noche levantaré mi copa, miraré al cielo, y brindaré por el eterno bienestar de mi amigo Dereck!

Traducción del artículo que fue publicado en el Buenos Aires Herald, domingo 29 de Junio de 2014

 



 

 
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