Polenta a la parrillaJueves, 31 de diciembre de 2020Si Alberto Fernández fuera un pez, ya se habría tragado el anzuelo tantas veces como los pescadores lo devolvieran al agua. En recientes declaraciones, el presidente culpó al COVID-19 por no haber podido cumplir sus promesas de campaña. Una de ellas tiene que ver con el rito del asado. Prometió llenarnos la parrilla, solo que olvidó aclarar que no sería de carne, sino de polenta.
Esta mañana nos desayunamos con que el gobierno suspendió hasta el 31 de marzo las exportaciones de maíz, para asegurar el abastecimiento del mercado interno. Ridículo. Ya conocimos esta historia varias veces con el Kirchnerismo. Como cuando en 2006, el entonces presidente suspendió por seis meses los envíos de carne vacuna al exterior, para "defender la mesa de los argentinos". Resultado de esta medida absurda e irracional: el país perdió 12 millones de cabezas y 17 mil puestos de trabajo. Un regalito del gobierno Nac & Pop que aún hoy seguimos pagando.
Hay que decir que esa mesa de por sí tenía carne disponible (históricamente la Argentina exportó el 20% de su producción, aunque hoy está en la tercera parte), salvo que el efecto inflacionario sobre el producto hizo que bajara drásticamente el consumo per cápita. Sobraba carne, pero no podíamos comprarla por los precios elevados.
Recordábamos precisamente que dos años más tarde, en 2008, cuando se produjo la segunda asonada agraria con la Resolución 125 (la primera fue el Grito de Alcorta), el dirigente Alfredo De Angelis decía que el kilo de lomo tenía que costar $ 80 el kilo (el doble de su precio en ese momento). Fíjense cuánto vale y hoy tendrán una idea del desastre inflacionario que supieron conseguir 13 años de gobiernos K (4 de NK, 8 de CFK y 1 de AF) y 4 del Macrismo.
Hay que decir sin embargo que, no por mérito propio, sino por efecto de la ley de la oferta y la demanda los precios de la carne vacuna durante el período MM de 2015 a 2019, estuvieron por debajo de la inflación. Mentira que las parrillas estuvieran herrumbradas como dice el spot publicitario K del año 2019.
Basta observar el precio de los cortes que solemos poner sobre la parrilla a la hora del asado, para darnos cuenta de que la promesa de AF fue apenas una mentira más de las tantas que hemos escuchado en este año de gestión. Si hasta nos aconsejaron comprar en cuotas cosas elementales como la comida (el pan dulce de las fiestas, por ejemplo). Eso sí que es justicia social. Todos somos iguales de pobres, salvo los que siempre fueron multimillonarios y los miembros de la élite política, obviamente. Los nuevos ricos a costa del pueblo que en mayoría padece el síndrome de Estocolmo.
Recién pasamos por la puerta de la carnicería de la esquina, y observamos que el vacío estaba en oferta a $ 849 el kilo. El asado, $ 699. La entraña, que antes era muy barata, hoy es comida de ricos. Casi a una luca o más que casi, el lomo ni aparece. Los carniceros aseguran que no se vende.
Por lo tanto, a esta altura nos preguntamos qué dirá el señor que aparece en el spot, el que expresaba que, en caso de ganar Alberto y Cristina, habría esperanza. Prometieron llenarnos la parrilla. Eso sí, se olvidaron de decirnos que no iba a ser con carne y ni siquiera con vegetales (otro rubro que sufrió subas superiores a la inflación oficial).
Pero no se quejen aun los que no votaron a Alberto y Cristina, porque ahora con la medida que tomaron prohibiendo las exportaciones de maíz, podremos asar toda la polenta que queramos.
Y está bien, dirá el presidente que las costumbres cambian y que lo mejor es hacerse vegano. O mejor aún, podremos hacer ayuno voluntario, una antidieta que los pobres jubilados estarán obligados a seguir, porque mientras el Senado hacía jueguito para la tribuna con el aborto, los diputados acostaban a la clase pasiva con un sistema perverso de indexación de haberes.
Alberto había dicho que entre los jubilados y los bancos se quedaba con los jubilados. Pero la culpa de todo la tiene el COVID, por supuesto. ¿Dónde hay un kilo de asado, Viejo Gómez? No sabemos, pero pueden preguntarle al muchacho de la publicidad de campaña.
Si Alberto Fernández fuera un pez, ya se habría tragado el anzuelo tantas veces como los pescadores lo devolvieran al agua. En recientes declaraciones, el presidente culpó al COVID-19 por no haber podido cumplir sus promesas de campaña. Una de ellas tiene que ver con el rito del asado. Prometió llenarnos la parrilla, solo que olvidó aclarar que no sería de carne, sino de polenta.
Esta mañana nos desayunamos con que el gobierno suspendió hasta el 31 de marzo las exportaciones de maíz, para asegurar el abastecimiento del mercado interno. Ridículo. Ya conocimos esta historia varias veces con el Kirchnerismo. Como cuando en 2006, el entonces presidente suspendió por seis meses los envíos de carne vacuna al exterior, para "defender la mesa de los argentinos". Resultado de esta medida absurda e irracional: el país perdió 12 millones de cabezas y 17 mil puestos de trabajo. Un regalito del gobierno Nac & Pop que aún hoy seguimos pagando.
Hay que decir que esa mesa de por sí tenía carne disponible (históricamente la Argentina exportó el 20% de su producción, aunque hoy está en la tercera parte), salvo que el efecto inflacionario sobre el producto hizo que bajara drásticamente el consumo per cápita. Sobraba carne, pero no podíamos comprarla por los precios elevados.
Recordábamos precisamente que dos años más tarde, en 2008, cuando se produjo la segunda asonada agraria con la Resolución 125 (la primera fue el Grito de Alcorta), el dirigente Alfredo De Angelis decía que el kilo de lomo tenía que costar $ 80 el kilo (el doble de su precio en ese momento). Fíjense cuánto vale y hoy tendrán una idea del desastre inflacionario que supieron conseguir 13 años de gobiernos K (4 de NK, 8 de CFK y 1 de AF) y 4 del Macrismo.
Hay que decir sin embargo que, no por mérito propio, sino por efecto de la ley de la oferta y la demanda los precios de la carne vacuna durante el período MM de 2015 a 2019, estuvieron por debajo de la inflación. Mentira que las parrillas estuvieran herrumbradas como dice el spot publicitario K del año 2019.
Basta observar el precio de los cortes que solemos poner sobre la parrilla a la hora del asado, para darnos cuenta de que la promesa de AF fue apenas una mentira más de las tantas que hemos escuchado en este año de gestión. Si hasta nos aconsejaron comprar en cuotas cosas elementales como la comida (el pan dulce de las fiestas, por ejemplo). Eso sí que es justicia social. Todos somos iguales de pobres, salvo los que siempre fueron multimillonarios y los miembros de la élite política, obviamente. Los nuevos ricos a costa del pueblo que en mayoría padece el síndrome de Estocolmo.
Recién pasamos por la puerta de la carnicería de la esquina, y observamos que el vacío estaba en oferta a $ 849 el kilo. El asado, $ 699. La entraña, que antes era muy barata, hoy es comida de ricos. Casi a una luca o más que casi, el lomo ni aparece. Los carniceros aseguran que no se vende.
Por lo tanto, a esta altura nos preguntamos qué dirá el señor que aparece en el spot, el que expresaba que, en caso de ganar Alberto y Cristina, habría esperanza. Prometieron llenarnos la parrilla. Eso sí, se olvidaron de decirnos que no iba a ser con carne y ni siquiera con vegetales (otro rubro que sufrió subas superiores a la inflación oficial).
Pero no se quejen aun los que no votaron a Alberto y Cristina, porque ahora con la medida que tomaron prohibiendo las exportaciones de maíz, podremos asar toda la polenta que queramos.
Y está bien, dirá el presidente que las costumbres cambian y que lo mejor es hacerse vegano. O mejor aún, podremos hacer ayuno voluntario, una antidieta que los pobres jubilados estarán obligados a seguir, porque mientras el Senado hacía jueguito para la tribuna con el aborto, los diputados acostaban a la clase pasiva con un sistema perverso de indexación de haberes.
Alberto había dicho que entre los jubilados y los bancos se quedaba con los jubilados. Pero la culpa de todo la tiene el COVID, por supuesto. ¿Dónde hay un kilo de asado, Viejo Gómez? No sabemos, pero pueden preguntarle al muchacho de la publicidad de campaña.