La Casa del Señor de los Vientos

Una experiencia religiosa en Furaibo

Domingo, 11 de marzo de 2018

Furaibo tiene ya trece años de vida pero aún resulta desconocido para el público masivo. Es Cocina Japonesa auténtica y su mentor, Gustavo Aoki, es además monje budista. Compartir la mesa con él significa adentrarnos en lo más profundo de la cultura de sus ancestros.

Furaibo - Adolfo Alsina 429 - Teléfono: 4334-3440. Abierto todos los días de 12 a 23. Pago en efectivo.

Tipo de Cocina: Japonesa

Barrio: Microcentro

Precio: $$$

El lugar es luminosamente colorido, aunque pasa casi inadvertido en la noche del microcentro porteño cuando ya quedan pocos transeúntes caminando por la calle Alsina. No es un lugar secreto pero sí mantiene cierto grado de misterio a su alrededor.

Confesamos que cuando Sergio Miyagi, jefe de prensa del Jardín Japonés nos invitó a conocer Furaibo, teníamos una mezcla compartida de expectativa y desconocimiento. Aun visitando la web para interiorizarnos sobre lo que nos esperaba esa noche, seguíamos dudando sobre lo que nos esperaba, no solo desde el punto de vista gastronómico sino también el ambiente y el espíritu "religioso" del lugar.

La primera sorpresa fue el recibimiento de Gustavo Aoki, a quien imaginábamos un monje budista de edad avanzada, quizá vestido de naranja. No solo que no era así su aspecto, sino que además nos agasajó con su presencia durante toda la cena.

Una de las primeras cosas que le preguntamos estuvo referida a si el budismo exige a sus fieles algún tipo de privación alimenticia. Nos aseguró que no, que no ése el espíritu de la religión. Sí, en cambio, nos confesó que cuando las personas están a punto de entrar en meditación se evita beber alcohol, comer cebolla o cualquier otro tipo de alimento que sea capaz de provocar excitación.

Gustavo también es el impulsor en el país del ajo negro, que él mismo produce en Mendoza con maquinaria traída desde Japón ya que el producto se cocina entre 30 a 45 días hasta lograr el resultado final.

Furaibo, tal como se lee en la web del restaurante, significa "La Casa del Señor de los Vientos". Y éste, junto con el Señor del Rayo, son los Guardianes del Mundo de los Sabios y Eternos Buddhas.

En Furaibo, dicen, se busca "recrear el universo de los milenarios templos del Japón, su cultura y la práctica para alcanzar la Paz Espiritual. Recrear los famosos jardines zen y la tradicional Ceremonia del Té (que dicho sea de paso se puede conocer y disfrutar con previa reserva).

Y también "difundir los valores del arte de cocinar la comida japonesa, con sus sabores, colores, aromas y una vajilla única que en su conjunto hacen de ésta, unas de las comidas más deliciosas, exquisitas y delicadas del mundo".

Gustavo es asimismo un difusor de la nutrición molecular, "un enfoque distinto de cómo entender la forma en la que nos alimentamos, vivimos y el origen de las enfermedades, un enfoque práctico y fácil de entender y con fuertes bases científicas".

Luego de esta introducción hay que decir que comer en Furaibo es una experiencia religiosa (y gastronómicamente hablando, de alto nivel).

La carta es amplia, pasa revista por todas las especialidades japonesas, alguna de las cuales nos pueden llegar a sorprender porque son bastante parecidas a algunas comidas muy populares entre nosotros. Es el caso del tonkatsu, una especie de "milanesa" de cerdo que se sirve ya cortada en longas. Probamos la de carré, aunque se ofrecen además otra versión con "filet de cerdo" y una más con carne de ternera.

Aoki nos dice que las tres patas sustanciales de Furaibo son precisamente el konkatsu, las gyozas y el ramen (en sus diferentes preparaciones todos). Va de suyo que hay un capítulo de sushi (quizá la única licencia a la occidentalización de la culinaria japonesa) y sashimi.

Las gyozas no se cocinan al vapor sino a la plancha. Y son de carne de cerdo y de pollo, y akusay. Vienen ocho unidades por plato.

Y el ramen, en sus nueve variantes, se ofrece en tamaños chico, mediano y grande. Se probó el Furaibo, que sale con una porción extra de verdeo japonés y kimuchi (la versión nipona del kimchi coreano) que pedimos picante y así llegó para darle contundencia al ramen.

La carta incluye además un agregado de saltados, otro de teriyaki y algunas opciones más de arroces y sopas.

Al mediodía proponen almuerzos ejecutivos a $ 350 con entrada, principal y postre más bebida (precio de marzo de 2018). Y tres menús para las cenas: degustación (entrada, sushi, katsu y guarnición de yakimeshi más postre ($ 1.400 para dos personas ó $ 2.650 para cuatro. El menú Ikari de tres pasos a $ 490 más bebidas y el Kaishin a $ 590. Pidiendo estos menús hay vinos de la Bodega Catena Zapata a precio promocional (consultar).

Hay postres clásicos (nagamashi, los dulces del té japonés), helados de jengibre, té verde y hasta de ajo negro; así como algunas opciones más occidentales, como el Furaibo tiramisú y el gateau de chocolate con nuez y crema.

Asimismo, la carta de bebidas propone cerveza japonesa (Asahi y Sapporo), agua ionizada preparada en el lugar y umeshu, un licor casero de damascos japoneses (que nos hizo recordar al guindado). También sake, por supuesto. Según Gustavo, la decisión de beberlo frío o natural es personal, pero a mayor calidad del producto mejor es optar por la versión más fresca.

A Furaibo, vale decirlo, lo descubrimos tarde. Pero nunca es tarde cuando la dicha es buena. Es un gran lugar que tal vez no tenga la difusión que se merece.

Del ajo negro escribiremos aparte. Es un producto apasionante que surgió en la cultura gastronómica japonesa y aquí se difundió por obra y gracia de Gustavo Aoki, quien desde el budismo nos enseña a disfrutar la comida japonesa. Como decía el genial René Lavand, "no se puede hacer más lento" (el disfrute, claro).

Fotos: Diego Eidelman para Furaibo.

Gyozas a la plancha, una de las especialidades de la casa.

Más gyozas.

Age doufu, tofu frito y apanado.

Combinado de sushi.

Ebi furai, langostinos apanados.

Furaibo tonkatsu ross.

Ramen Furaibo.

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