... estás obligado

Hay que besarse más

Martes, 24 de julio de 2018

Una esquina de barrio, ex farmacia, hace cinco años devenido en restó con identidad propia y nombre sugerente. Besar es Obligado, se llama. Porque está en la intersección de Besares y Vuelta de Obligado, en Núñez. Y ofrece una cocina honesta, sencilla, sabrosa y de precio que te incita a cometer el quinto pecado.

Besar es Obligado - Besares 2299 - Teléfono: 3530-8810 / 4701-3998. Abierto lunes y martes de 8.30 a 2o; miércoles a sábados de 8.30 a 00. Principales tarjetas.

Tipo de Cocina: Mediterránea, Centroeuropea

Barrio: Núñez

Precio: $$

Ya lo decía el inefable Roberto Galán en aquel programa que conocimos los que hoy estamos pelados y con panza. "Yo me quiero casar, ¿y usted?" se llamaba y fue estrenado en noviembre de 1971. Y el conductor, se recuerda, tenía un latiguillo: "hay que besarse más".

Nada tiene que ver esto con el restaurante que visitamos en una fría noche de julio en Buenos Aires. Pero en realidad, todo tiene que ver con todo. Dispuestos una vez más a cometer el quinto pecado, la gula, enfilamos para el norte de la ciudad, el barrio de Núñez, a pocas cuadras de Puente Saavedra y a metros de Cabildo.

La verdad sea dicha: el único pecado fue no haber conocido este lugar antes, sobre todo porque ya tiene cinco años de vida.

El juego de palabras de su nombre nos despertaba la curiosidad. Asocia a las dos calles, en una de cuyas esquinas había una farmacia de barrio, hoy devenida en restaurante también de barrio.

Ojo, no confundir con Besares, que es una parrilla que curiosamente no está ubicada en esa calle aunque sí bastante cerca. Y tampoco con el desaparecido Besares Bueno, donde alguna vez supo trabajar ese gran cocinero llamado Martín Baquero.

Lo primero que hay que decir de Besar es Obligado, es que por su onda -aun con un estilo de cocina diferente- nos hizo acordar a Raíces, que dicho sea de paso no está tan lejos uno de otro. Porque ambos son bien barriales, los dos están en una esquina y comparten una casi inigualable relación costo beneficio para el comensal.

El responsable de la cocina y la puesta en escena es el chef Sebastián Roskyn ("Rosca" para los amigos). Antes de darle paso a la degustación armada la noche del Día del Amigo, nos cuenta que de muy joven se le despertó la pasión por la gastronomía. Contó con el apoyo de sus padres, que empero le pidieron que se tomara las cosas con seriedad.

Gracias a su formación en el Colegio Pestalozzi, el dominio del idioma alemán le permitió trabajar en Alemania y Austria, por lo que si bien en la carta predominan los platos de carácter mediterráneo, no faltan clásicos de la culinaria centroeuropea y en especial de la pastelería austríaca.

Por ser una fecha especial, algunos platos eran ofrecidos para la ocasión por única vez, como el pernil de cerdo con reducción de Malbec y puré toffee de batatas.

El popurrí de entradas que nos armó Sebastián incluyó langostinos crispy, con panko y dip; chicken fingers y un delicioso scon salado con salmón ahumado y crema agria. Sumado a la sopa de crema de cebollas gratinada con pategrás. Una versión poco ortodoxa si se piensa en la soup a l'oignon, pero que resultó un bálsamo por las calorías que exigía la noche gélida.

El paso siguiente fue una lasaña tradicional "a la chapa", contundente plato que llegó a la mesa en una sartén muy caliente. Pero faltaba el clásico goulash con spätzel, fiel al original con carne estofada en cocción larga y paprika, más los ñoquicitos húngaros que acompañaban a la perfección.

Solo quedó lugar para probar un postre: key lime pay. Para los más golosos, hay que estar atentos a las opciones centroeuropeas, si es la famosa sacher torte mejor aún.

El menú ofrece varias alternativas de pastas, algún plato al wok, ensaladas, tartas y sándwiches para todo momento del día. Hay también picadas.

Para beber, solo vinos de Finca Gabriel, de Gral. Alvear, Mendoza. Y limonada del día y licuados. 

Vale como recomendación decir que los platos son muy abundantes, fácilmente compartibles sobre todo los principales.

El trato es amable y fácil es comprobar que los clientes mayormente son habitués de la casa. Buena señal claro, si la gente vuelve es por algo. Y como quedó dicho, los precios son muy accesibles.

No hace falta que te obliguen a besar después de una opípara comida como la que nos ofrecieron. Es un acto reflejo nomás, porque la noche en nuestro caso era en pareja ya que el festejo con los amigos se pasó para otro día.

Sebastián y Yessi Bolívar, amigables anfitriones, nos hicieron sentir como en casa. Muy buena comida, muy buenos precios, muy buena onda. Más no se puede pedir. Una pena no haber conocido antes este restaurante.

 

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