Editorial

Día del Periodista: al que le quepa el sayo que se lo ponga

Jueves, 7 de junio de 2018

El Día del Periodista, que como todos sabemos rinde homenaje a la momoria de Mariano Moreno, es una fecha que nos exige repensar el futuro de nuestra profesión y, en el caso específico de la gastronomía darnos cuenta de que como comunicadores no podemos abonar la frivolidad y la falta de compromiso. Comemos caviar y lo exhibimos.

De todas las ramas del periodismo, quizá la más difícil de encuadrar sea la gastronomía o si se quiere, la enogastronomía. Es que habitualmente se asocia a lo que llaman pomposamente "buena vida" con lo frívolo, banal y superfluo.

Más aún, muchas piensan (a veces con razón) que todo es "chivo" o "PNT" cuando escribimos sobre un producto, un vino, un restaurante.

En mucho contribuye hoy el hecho de que con las redes sociales y, sobre todo aquellas que hacen prevalecer la imagen por sobre la palabra, para que el periodismo verdadero vaya cayendo en desuso en favor de los supuestos influencers, hoy convertidos en niños mimados de las empresas y los "genios" del marketing.

Por desgracia, para algunos colegas el periodismo gastronómico se limita a recibir regalos (y aún a manguearlos), a sacarse selfies en cualquier parte del mundo donde la profesión te permita alojarte en hoteles siete estrellas, visitar centros de esquí exclusivos o comer en los restaurantes con 3 Estrellas Michelin.

Aquí es donde recuerdo una frase del gran colega y amigo Horacio De Dios, cuando dice que "la mejor manera de viajar siendo pobres, es trabajar de periodista". Y no está mal que eso pase, pero en todo caso resulta obsceno el exhibicionismo de muchos colegas.

Como señala la querida colega Fanny Polimeni, "comemos en un restaurante de altísimo nivel y luego volvemos a casa en colectivo".

Recordamos también a Fernando Vidal Buzzi, a quien le daba cierto pudor comer en los mejores lugares, beber el vino más costoso y viajar a sitios reservados a ricos, mientras hay gente que no tiene para comer.

En verdad, en estos casos lo más conveniente sería evitar al menos el exhibicionismo, algo que forma parte de lo más miserable del ser humano (mostrarles dinero a los pobres, dicho esto simbólicamente claro, porque los periodistas no ganamos mucho). Pero ocurre que algunos consideran que publicar en su Facebook alguna noticia o fotos del evento al que concurrieron, es hacer periodismo.

No queremos caer en la izquierda caviar. Eso mismo que hacen ciertos colegas criticando la apertura de las importaciones, en tanto sostienen en sus manos el último modelo de I-Phone. O proclaman frases populistas haciéndose los progres, mientras ingieren platos carísimos en restaurantes prohibitivos para el común de la gente. Eso se llama hipocresía.

Y ni hablar de la falta de compromiso; jamás una crítica a algo al menos una vez en la vida. Todo no puede ser maravilloso y glamoroso. No se puede ser tan chupamedias.

Menos aún puede admitirse que se cobren las notas o que la publicación quede sujeta a una pauta publicitaria (en este caso la culpa es también de los medios y sus dueños). Estamos en contra de las "Content Lab", una manera elegante de llamar a los "chivos" o "espacios de publicidad".

La tecnología hace que hoy cualquiera sea periodista. Total se escribe poco y se muestra mucho. La nota que antes requería al menos una semana de trabajo, ahora se hace en dos horas, google mediante. O directamente se extraen datos de Wikipedia sin chequear una sola vez la información.

Los diarios de tirada nacional ya no tienen correctores; por ende se observan a cada momento horrores ortográficos y gramaticales. Antes, la firma de una nota estaba reservada a los periodistas con trayectoria. Hoy ponen su nombre hasta los pasantes.

En una instancia en que la tecnología está acabando con el periodismo tal como se lo conoció siempre, nuestro rubro -el gastronómico- vive su peor crisis. Han desaparecido casi todas las revistas. Los periodistas de medios nacionales son obligados a escribir de temas que no conocen. Se abusa de la frivolidad y de la burda exageración.

Se toma como algo normal que un periodista pida tres botellas del vino ícono de una bodega o que llame a los restaurantes para que lo inviten a comer. Peor aún, los influencers se jactan de comer gratis y de alojarse en los mejores hoteles a cambio de un par de fotos en Instagram.

Más allá de los dardos que recibimos muchas veces por decir lo que otros callan, desde Fondo de Olla © pretendemos que el periodismo gastronómico no se convierta en un catálogo de avisos y de consejos banales e interesados.

Feliz Día del Periodista a nuestros colegas que luchan contra la mediocridad, que no adhieren al silencio cómplice, que evitan la banalidad, que no están dispuestos a ponerle precio a cualquier nota que escriben.

A quien le quepa el sayo que se lo ponga. Dijo Mariano Moreno: "Quiero más una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila".

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