Entró en vigencia una medida absurda

Enemigos de las bebidas alcohólicas

Martes, 25 de abril de 2017

Sin educación no hay posibilidad de cambiar los malos hábitos de consumo y las adicciones. Por ello, prohibir la publicidad de bebidas alcohólicas en la vía pública (vinos, cervezas y espirituosas) es algo así como pretender la cura del cáncer con una aspirina.

En noviembre del año pasado, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires aprobó mayoritariamente una norma que establece la prohibición de toda "publicidad, promoción, patrocinio o financiación de actividades culturales, deportivas o educativas con acceso libre y gratuito, por parte de las marcas de bebidas alcohólicas". Ahora la medida ha entrado en vigencia, sin que ninguno de los argumentos en contra de esta absurda normativa hayan sido escuchados por los legisladores y los funcionarios del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El texto de la norma fue consensuado por todos los bloques después de que los diputados socialistas Roy Cortina y Hernán Arce presentaran un proyecto en tal sentido. Para la aprobación se contó, claro está, con el acuerdo con el oficialismo porteño y de otras bancadas.

La sanción de esta ley surgió como respuesta legislativa a lo que ocurrió en el local nocturno Time Warp, donde fallecieron cinco jóvenes por consumir drogas sintéticas mezcladas con bebidas alcohólicas.

La normativa en cuestión, por otra parte, plantea una excepción. Así, las empresas del sector "podrán realizar publicidad en la vía pública teniendo en cuenta que el 75% del espacio del aviso debe ser ocupado por frases que adviertan sobre los riesgos de consumir alcohol, por ejemplo, ‘el alcohol al volante mata', ‘el consumo excesivo de alcohol es perjudicial para la salud', ‘no bebas alcohol durante el embarazo' o ‘tomar alcohol en exceso te acorta la vida'. El 25% restante podrá contener el nombre o el logo de la marca.

El diputado Cortina, en honor a la verdad uno de los más activos de la legislatura porteña, se ha equivocado en este caso de cabo a rabo. Y va por más, al decir que "es un camino gradual y así como el problema del tabaco no se arregló con una ley mágica, con el alcohol pasará lo mismo. Por eso no nos desesperó que sea una ley durísima de entrada, pero se puede avanzar más, por ejemplo en una ley provincial o nacional".

Para los autores del proyecto, "está comprobado científicamente que la publicidad genera hábitos que asocian el consumo de alcohol con el éxito social, las relaciones u otros ámbitos, pero calla sobre los efectos que acarrea el consumo excesivo". El diputado socialista considera que el consumo de alcohol en los jóvenes, es una puerta de acceso a otras adicciones, como las drogas.

Y pone como ejemplo las estadísticas de ingreso a los hospitales porteños, donde "es mucho mayor el ingreso por intoxicación de alcohol que por drogas. El alcoholismo implica cambios de conducta, accidentes de tránsito, violencia de género, en la familia; lleva a la criminalidad, al delito".

El proyecto tiene el propósito de eliminar la publicidad de bebidas alcohólicas en la vía pública y la prohibición del esponsoreo en eventos masivos. Por el otro, que la publicidad en los lugares en los que se venden bebidas alcohólicas, como supermercados y kioscos, tengan el 20% del espacio de publicidad sanitaria, tal como ocurre con los cigarrillos.

"La idea es comenzar con un camino similar a lo que pasó con el tabaco. Porque el tema de la publicidad no tiene que ver con la libertad o no libertad. Nadie está planteando una ley seca, o que no te puedas tomar un vino o una cerveza con amigos; la idea es generar una conciencia al respecto del consumo excesivo", considera el legislador.

Hasta aquí nos hemos limitado a describir los objetivos de la ley, pero más allá de las críticas surgidas desde el sector por la prohibición de exhibir publicidad en las calles de la ciudad, que notoriamente perjudicará las ventas, lo que se observa es un dejo de ingenuidad en los autores de la norma y de quienes luego votaron a favor de su aprobación.

Pensar que se solucionará el problema de las adicciones por la simple eliminación de carteles publicitarios, es minimizar una cuestión que preocupa sobremanera a los padres que tienen hijos adolescentes y a la sociedad en su conjunto.

Se trata de creer que un problema mayor, un cáncer que carcome a los jóvenes, se puede curar consumiendo una simple aspirina.

Por lo tanto, lo que hace falta es educar, no prohibir. Hay que realizar campañas contra el consumo excesivo de bebidas alcohólicas. Hacer controles rigurosos en los lugares donde son habituales los excesos.

Lo que se logrará con esta ley es perjudicar a las empresas productoras del sector y desinformar al consumidor, con una ley que todos sabemos que no va a generar ningún tipo de mejoría en la calidad de vida de la población.

Desde la campaña "El Vino nos Une", surgieron voces críticas denunciando la discriminación del vino en esta ley y destacando "el diagnóstico errado" sobre el que se pretende sustentarla. "El problema de exceso y consumo conflictivo que aducen los fundamentos de la ley, no corresponde a un diagnóstico del consumo de vinos en la Argentina. No se diferencia una bebida de otra, cuáles son los tonos de las publicidades, las de vino están relacionas con escenas grupales, siempre en el ámbito de la moderación y unidas a la gastronomía", comentó el Fondo Vitivinícola Argentina (COVIAR).

Sin embargo, al pedir la diferenciación de una bebida de otra, este organismo lo que hace es llevar agua para su molino, sin considerar lo que ocurrirá con otras bebidas, como la cerveza y las espirituosas. Lo que les importa, claramente, es defender su negocio, más allá de las falencias de esta normativa.

En los primeros días de febrero, la COVIAR presentó un recurso de inconstitucionalidad de la Ley Nº 5708, por lo que ahora se verá cómo sigue el tema en la Justicia.

Va de suyo que todo lo que se haga para mitigar el flagelo del alcoholismo (y otras adicciones nocivas para la salud), resulta bienvenido. Pero normativas como ésta que comentamos son apenas muestras de gatopardismo puro: cambiar para que nada cambie.

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