Pulpería, fonda y restaurante

El Puentecito, 143 años de historia

Lunes, 7 de noviembre de 2016

Nació en una esquina de Barracas en 1873 donde el barrio se hace río. Tardes de mate y guitarra, noches de caña y de ginebra, convirtieron a El Puentecito en un mito que ya es parte de la historia de la cuidad. Políticos, artistas y deportistas se acordaron, alguna vez, en su largo mostrador.

"Mi nombre es el puentecito siendo huérfano de padres me fui cuando entre compadres, entre el humo de garito, de Barracas soy un hito, mis mientes vienen y van, mi domicilio sabrán toman notas de yeites, vivo en avenida Vieytes ochavando con Luján". Con estos versos, alguna vez el payador quiso dar vida y voz al tradicional restaurante que, con más de un siglo de funcionamiento, se convirtió en una institución para los vecinos de Barracas.

El Puentecito nacía en noviembre de 1873, a pocos metros de lo que hoy es el viejo puente Pueyrredón (entonces puente Gálvez). Aunque algunos atribuyen a esta cercanía el motivo de su nombre, los que más conocen de su leyenda aseguran que en realidad hacía referencia a un pequeño puente de madera, bajo el cual corría un arroyo, muy cerca de la zona.

Pero su historia comienza casi un siglo antes. Allá por 1750, ese mismo lugar era una pulpería, donde los gauchos iban a tomar tragos de ginebra y caña.

Sus actuales dueños descubrieron en el patio del local, lo que había sido un depósito (un pozo de 5 metros de profundidad) que era utilizado para mantener las bebidas frescas.

No es mucho lo que se conserva de aquel entonces, pero quedan rastros de lo que se llamaba la matera, una pieza con sus arcadas en torno a la cual los hombres se sentaban en rueda a tomar mate, mientras esperaban que fueran cargadas sus carretas, con provisiones para sus viajes. Con el correr del tiempo, el lugar fue cambiando de fisonomía.

Pulpería, despacho de bebidas, almacén y finalmente fonda, en 1873. En sus comienzos fue bautizado como la cancha, porque se jugaba a la pelota vasca en un frontón (con la mano y un paño de cuero).

Los vascos lecheros se venían en caballo no dudaban en abandonar sus carros por un rato y detenerse en la cantina para disfrutar de buenas comidas, bebidas y diversión.

Además de pelota vasca, estaba la cancha de bochas. No solo el público de Barracas, sino de todos los alrededores, se entretenía en la fonda que permanecía abierta todo el día.

Aunque las canchas ya no existen más, la modalidad no cambió: como desde hace un siglo El Puentecito nunca cierra. Solamente en Navidad y Año Nuevo, aclara uno de sus actuales dueños. En el año 1958, la fonda pasó a ser bodegón, luego restaurante y poco a poco fue abriendo sus puertas a toda la familia, pues la cantina era el lugar habitual de un público exclusivamente masculino. "Venían sobre todo los trabajadores de los frigoríficos", comenta uno de sus socios.

¿Quién no pasó por El Puentecito? No solo el público local, también políticos, artistas y figuras del deporte fueron dejando sus huellas y agregando capítulos a su historia. Desde los célebres balcones que dan a la esquina de Vieytes y Luján, Hipólito Yrigoyen dio su memorable discurso, antes de ser presidente en 1912. También, el primer diputado socialista de América, Alfredo Palacios, elogió este tradicional restaurante para pronunciarse.

Raúl Alfonsín es recordado como aquel habitual cliente que jamás olvidaba al mozo que lo atendía, cada vez que visitaba el lugar. Siendo Presidente de la Nación, siguió concurriendo a comer sus platos preferidos.

Otro de los fieles clientes del restaurante fue el famoso escultor Julio Cesar Vergottini, gran amigo de Benito Quinquela Martín. También pasó por el lugar el ilustre cantor Ángel Vargas, más conocido como el ruiseñor de las calles porteñas. Hasta los diferentes planteles de Racing e Independiente se hicieron eco de la notoriedad del restaurante. También Norman Briski (un amigo fiel de la casa); Pedrito Rico; el actor de "El Zorro", Guy Williams), entre otros.

El 20 de noviembre, El Puentecito cumple 143 años. Aunque se conservan las rejas, marquesinas, puertas y ventanas, lo cierto es que los años obligaron a transformar parte de su antiguo estilo.

Cada uno de sus rincones transmite un pedacito de esas anécdotas que fueron dando vida y significado al lugar, como si pudiera oírse el susurro de viejos relatos de época, como si sus muros, testigos del transcurrir del tiempo, revelan mágicamente aquellas historias del pasado.

El Puentecito mantiene sus puertas abiertas todos los días del año.

Vieytes 1895 y Luján- Barracas. Teléfono: 4301-1794.

Fuente: Restaurante El Puentecito.

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