Son pelagatos

En el ambiente de la cocina y desde que los chefs eran simplemente provincianos fuertes y desconocidos pero se transformaron en famosos, no ocurre nada diferente a lo que nos pasa a nosotros los periodistas, a los sommeliers, los enólogos y también los jugadores de fútbol.

Recordamos aún aquellos tiempos en que éramos críticos de fútbol, y los jugadores si hablabas bien de ellos te miraban por sobre el hombro, con no escasa soberbia, y cuando hacías un comentario adverso te encaraban o te mandaban a la barra brava para amedrentarte.

En el ámbito de la cocina, todo es menos violento. Salvo algún cocinero exótico que nos amenaza, nada hay que temer al menos desde el punto de vista de la violencia física.

Sí que hay otros que te la juegan de atrás, en tanto no hay causa común de los demás periodistas y la complicidad de algunas empresas que aceptan los pedidos de estos cocineros de medio pelo o ninguna manifestación capilar, en todo caso.

Hemos hablado con chefs que no pueden creer cómo los tratan sus colegas más famosos. Y no estamos hablando de cualquier cocinero, sino de profesionales que tienen a su cargo hoteles y restaurantes de alto nivel.

Encima, los que los subestiman son pelagatos, que lo único que tienen a su favor es el cuarto de hora de fama que les da la televisión.

Es más, hasta alguno que fue humilde, desde que cocina a 20 ó 30 manos tiene veleidades de divo. Increíble. ¿Quién te ha visto y quién te ve?

Es triste que la gente se olvide de dónde viene. Que hay muchas almas generosas que te han saludado y hoy ni siquiera los saludás.

Hace algunos días, se realizó el Festival Madryn al Plato, donde tienen la costumbre de invitar a los cocineros de la tele porque arriman público. Los otros, menos afortunados, van a laburar.

En esta última edición, un chef local al que llamaremos Pablo, para no desvelar su identidad y causarle algún problema, contó lo siguiente: "hoy tuve la desafortunada suerte de cocinar para el francés de la tele. Cociné una carne en cocción lenta (para un grupo grande), a la hora de servirle su comida el señor realizó un corte. En la misma y al ver que no era lo que él quería se levantó y se fue... Llevándose con él a la mitad del grupo. Atrevido, irrespetuoso y encima vino gratis a un festival organizado por la provincia del Chubut, disculpe mi atrevimiento de contarle esto pero no podía dejarlo pasar, mis saludos hacia Ud. y mi más sincero respeto".

Lapidario, pero no nos extraña la actitud. De todas maneras, la provincia del Chubut debería rever este tipo de invitaciones porque se le paga con dinero de los contribuyentes. Y se da narices con los aspectos solidarios del Festival.

Seguramente, este chef se ha olvidado de sus orígenes, de que tenía un restaurante y se fundió, de que asesoraba a otro, y que finalmente tuvo su golpe de suerte.

Pero más allá de la profesión, lo que nos interesa es el don de gentes. Y hay muchos que no lo tienen, como los que etiquetan un producto que no es suyo con su nombre, muestran envases de insumos artesanales que no usan porque cocinan con productos industriales, que desprecian a sus colegas y miran a los periodistas por encima del hombro.

Pelagatos de cuarto, llegará el día en que van a necesitar de los que hoy son subestimados, y ahí sí habrá que hacerles pito catalán.